Jack Gilbert nació en el año 1925, en Pittsburgh (Pennsylvania, Estados Unidos), ciudad donde creció. Se graduó en 1954 por la Universidad de Pittsburgh, y poco después, en San Francisco, entró en contacto con la Generación Beat, en especial con Allen Ginsberg y Jack Spicer, aunque nunca llegó a formar parte activa del grupo ni a compartir sus postulados.
En 1962, un joven y desconocido Gilbert ganó con Views of jeopardy el premio Yale Series of Younger Poets Competition, y entró en el mundillo poético de la época como un vendaval. Por aquella época, dio unas cuantas entrevistas y fue fotografiado para la revista Vogue. Debido a aquel libro asombrosamente maduro y profundo, todo el mundo pensaba que Gilbert había venido para quedarse en la escena poética.
Sin embargo, desapareció. Becado por la Fundación Guggenheim, se fue a Europa. No publicó poesía durante muchos años. Se dedicó a escribir y vivir fuera de los focos, lejos de donde pudieran verle. Viajó por más de 15 países europeos, como profesor de Literatura, y vivió entre otros lugares en Grecia e Italia. Las vivencias de esta época pueblan toda su poesía: el amor que sintió por las mujeres que conoció (Laura Ulewicz, Linda Gregg, Gianna Gelmetti, Michiko Nogami…), la muerte, la naturaleza del deseo, el paisaje o la mitología.
En Jack Gilbert no hay una gran separación entre su vida y los poemas que escribe. De lo autobiográfico extrae la materia prima para construir su edificio poético.
Así, vivió modestamente durante 20 años, buscando la independencia, trabajando solo en lo que él consideraba importante. Ya de vuelta en Estados Unidos, murió en el año 2012.
Entrevistado por The Paris Review cuando ya tenía 80 años, hablaba sobre cómo había vivido:
Vivir mi vida sin distraerme en cosas en las que la gente tan a menudo se distrae. Estar vivo es tan extraordinario que no entiendo por qué las personas se limitan a las riquezas, al orgullo, a la seguridad. Todas esas cosas sobre las que se construye la vida. La gente se pierde tanto porque quieren dinero y comodidad y orgullo, una casa y un trabajo para pagar la casa. Y tienen que tener un coche. No puedes ver nada desde un coche. Se mueve demasiado rápido. Se toman vacaciones. Es su premio: las vacaciones. ¿Por qué no la vida? Las vacaciones son de segunda. La gente se priva tanto de sus propias vidas, hasta que es demasiado tarde. Aunque también entiendo que a veces no tienes elección.
Linda Gregg, pareja sentimental del poeta durante 6 años, escribía sobre Gilbert:
[A Jack] Nunca le importó si era rico o si tenía que dormir en el banco de un parque.
Esta imagen de poeta alejado de todo, libre y exclusivamente dedicado a las intensidades de la vida, el amor, la contemplación y la poesía, ha conquistado a múltiples lectores a lo largo de los años. Hay, en efecto, una extraña coherencia entre lo escrito y lo vivido que atrae con un magnetismo especial.
Su labor se extiende durante más de 40 años de trabajo, y consta de 4 libros: el ya citado Views of jeopardy (1962), Monolithos (1982), The great fires (1994) y Refusing Heaven (2005). Finalmente, su obra completa fue recogida en Collected Poems (2012).
En este artículo pretendo hacer una breve presentación de su trabajo, aún no muy conocido en el mundo hispánico, con la traducción de un poema de cada libro, lo que permitirá tener una primera noción, aunque por supuesto incompleta, de la poesía de Jack Gilbert.
Views of jeopardy comienza con toda una declaración de intenciones:
CONTRA LA POESÍA
Cuando al Rey de Siam le desagradaba uno de sus cortesanos,
le regalaba un hermoso elefante blanco.
La milagrosa bestia requería tal ritual
que cuidarlo adecuadamente significaba la ruina.
Mas descuidarlo era aún peor.
Parece que el don era irrechazable.
Ya se presenta la idea de la poesía como don y condena, un reflejo de la vida misma. Encontramos también el estilo propio de Gilbert: meditativo, casi filosófico, pero a su vez muy pegado a la materia, a lo físico y sensual.
20 años después decidió volver a publicar: Monolithos: Poems 1962 and 1982. En la primera parte (1962) de este libro encontramos el siguiente poema:
LA POESÍA ES UN TIPO DE MENTIRA
La poesía es un tipo de mentira,
necesariamente. Para beneficiar al poeta
o a la belleza. Pero también porque
la verdad solo puede ser contada así.
Aquellos que, admirablemente, rechazan
falsear (como los que no se arriesgan
a la ostentación) se excluyen
de decir aún tanto.
Degas dijo que no pintaba
lo que veía, sino lo que
les permitiría ver
lo que él tenía.
Seguimos encontrando aquí la preocupación por la poesía misma, por reflexionar sobre sus mecanismos y su naturaleza contradictoria: don/condena, verdad/mentira. Aún es la voz del poeta de 37 años.
En la segunda parte de Monolithos, de 1982, encontramos este otro poema, titulado «Hambre»:
HAMBRE
Hundo los dedos
en la manzana.
Limpio las uñas obstruidas
y las hundo más adentro.
Rechazo el color de la luna.
Rechazo el olor y los recuerdos.
Hundo más los dedos con el dulce jugo
resbalando desgradable por las manos.
Rechazo la dulzura.
Arranco trozos.
Noto el pegajoso zumo
en las muñecas. La piel pica.
Llego al corazón.
A las semillas.
Sigo adelante.
Sin creer a nadie.
Más allá de las semillas.
El estilo meditativo y directo del principio se ha hecho más denso. La materia del mundo, nuevamente, sirve como vehículo para las preguntas del poeta. Se hace más patente la angustia del deseo, la carnalidad de Gilbert partiendo con violencia la manzana, siempre buscando algo más, algo más allá.
¿Qué ha sucedido durante estos 20 años? El peso de lo vivido se siente en estos poemas. Las heridas de la búsqueda, del placer y del dolor comienzan a verse con mayor claridad, abiertas en el poema.
La siguiente recopilación de poemas de Gilbert fue publicada en 1994 y se titula The great fires: poems 1982-1992, que contiene uno de sus mejores poemas:
INFORME PARA LA DEFENSA
Pena en todas partes. Masacres en todas partes. Si los bebés
no se mueren de hambre en algún lugar, lo hacen
en algún otro. Con moscas en las fosas nasales.
Pero disfrutamos de la vida porque eso es lo que Dios quiere.
De lo contrario las mañanas antes del alba no estarían
tan bien hechas. El tigre de Bengala no estaría
tan maravillosamente esbozado. Las mujeres pobres
cerca de la fuente se ríen juntas ante
el sufrimiento que han conocido y lo terrible
de su futuro, sonriendo y riendo mientras alguien
en la aldea está muy enfermo. Hay risa
todos los días en las terribles calles de Calcuta,
y las mujeres ríen en las jaulas de Bombay.
Si negamos la felicidad y nos resistimos a la satisfacción,
menguamos la importancia de sus privaciones.
Debemos arriesgar el deleite. Podemos pasar sin placer,
pero no sin deleite. Sin gozo. Debemos tener
la terquedad de aceptar la alegría en la implacable
caldera del mundo. Hacer de la injusticia la única
medida de nuestra atención es venerar al Demonio.
Si la locomotora del Señor nos atropella,
deberíamos agradecer que el final tuvo magnitud.
Debemos admitir que habrá música a pesar de todo.
Permanecemos de nuevo en la proa de una barca
anclados en la tardía noche de un minúsculo puerto
mirando la dormida isla: el litoral se compone
de tres cafés desvencijados y una desnuda y ardiente luz.
Oír el rumor de los remos en el silencio mientras un bote
se aleja lentamente y da la vuelta, entonces valen la pena
todos los años de tristeza que están por venir.
El poema avanza como una constatación, como un silogismo emocional cuya conclusión fuera necesaria, al menos para el que escribe. Uno entra en la poesía de Gilbert por empatía, porque aunque en ocasiones sus poemas parecen frías piezas de museo, casi herramientas quirúrgicas, lo cierto es que en ellos crece una emoción contenida que sabe agarrar al lector.
En una entrevista realizada por Gordon Lish en 1962, Gilbert afirma:
Lish: ¿Qué consideras material importante?
Gilbert: Todos los temas convencionales de la poesía. El amor, la muerte, el hombre, la virtud, la naturaleza, la magnitud, la excelencia, el mal, el sufrimiento, el coraje, la moralidad. Qué la vida buena. Qué es el honor. Quién soy yo.
Añadiría el deseo, el sexo, las mujeres. Temas que atraviesan toda la poesía de Gilbert como una gran celebración de la profundidad de la vida, donde se mezclan el placer y el dolor.
Su último poemario, de 2005, y titulado Refusing heaven, incluye este «Vivir hambriento después»:
VIVIR HAMBRIENTO DESPUÉS
Las ninfas del agua que visitaron a Poseidón
le explicaron cuán poco deseaban copular
con los dioses. Salvo para descubrir
si era diferente, si existía
un mundo nuevo, otra dimensión en sus genitales.
En el viejo Pittsburgh soñábamos con una ciudad
donde las mujeres leían a Proust en el original francés,
y nos preguntábamos si conquistaríamos
un nuevo placer pagando a una puta
mil dólares por una noche. O una hora.
¿Sería diferente de verdad o solo
trucos y aparato? Me preocupaba que un gran
amor hiciera todo lo demás un exilio.
Resultó que estar juntos
en el ocaso de los olivares de Umbria
marcó desde entonces, de hecho, todo lo demás.
«Me preocupaba que un gran amor hiciera todo lo demás un exilio», nuevamente tenemos aquí la doble cara de los grandes temas de la vida. Para mí, esta frase es el resumen perfecto de toda su obra.
La dualidad insuperable de todo cuanto existe, pero que Gilbert trata de superar en cada poema, en la búsqueda de algo más, de algo absoluto.
Volvemos a la entrevista en The Paris Review que citamos antes, en la que habla ya desde el final de su vida, cumplidos los 80 años:
Siempre quise ir más allá. ¿A veces es demasiado difícil? Alguna vez casi me mata la lucha por encontrar lo que estaba diciendo. Era fácil casi siempre hasta que intentaba encontrar lo que yo era. Si es fácil, no me da confianza. Puede ser un bonito poema, pero yo quiero ir más allá de eso.
Este principio, que gobierna toda la escritura del poeta, es lo que a su vez convierte todo poema en un don y una condena. No se sabe lo que veremos más allá, qué consecuencias tendrá en nuestras vidas, o qué habremos de sacrificar para llegar allí.
Pero el deseo de ir siempre más allá, de buscar algo que calme y que tranquilice la sed, es incontenible. Cada poema es un intento de alcanzar esa superación. Aunque exista el riesgo de que en esa búsqueda no encontremos lo que queríamos, sino todo lo contrario.
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