El presente libro de Ana Gorría, De la supervivencia, aparece en 2018 en Libros de la Marisma bajo esta forma, la del libro, pero existía antes como las tres plaquettes que recoge: El presente desnudo, La soledad de las formas y Un piano silencioso, una guerra inocente, publicadas por Círculo de Tiza, Sol y sombra y Ejemplar Único.
Tres momentos de escritura, tres recorridos distintos, tres puntos de partida vitales y tres preocupaciones sociales y personales diversas.
De la supervivencia presenta, de esta forma, un trazado que no puede ser regular, una línea que no es una vertical ascendente con precisión de plomada, como parece exigirse a muchos escritores en su tarea. La escritura de Ana Gorría, y el título, los títulos, lo manifiestan de manera clara, es un terreno escarpado para quien lo lee, una sierra que se mueve de ida y vuelta -eso es lo que hacen las sierras, si no, no cortarían.
«De la supervivencia» porque el hecho de escribir ya supone un corte en ese trazo, un corte que es propio pero que también es del lector, y que lejos de dañar, nos invita a perseverar, a intentar unir lo disuelto, o al menos a contemplar su disolución sin recrearnos patéticamente en el dolor.
UMBILICAL
si estación transparente resuelta en luz herida
lento espacio sin voz
abriéndose a la tierra
canción hasta el dolor sueño de cal:
ardiendo
qué hilo no nos separa de la nada
Ana Gorría y Alberto García-Teresa durante la presentación del libro en la Librería Pasajes.
Se trata de una escritura que parte de la «ausencia de símbolos» pero que los busca desesperadamente: un símbolo puede ser una palabra sola, desnuda en un verso, y podría ser también la misma palabra fuera incluso del lenguaje, una palabra que la poeta evitara con rodeos, dejando al sustantivo abstracto, al gráfico vacío en la página, a la mente también asolada del lector, la tarea de recomponerla y pronunciarla.
Avanzamos en terreno resbaladizo porque nada como esta marca de estilo nos enfrenta mejor a nuestros propios miedos. «Casi descalza, dentro de sí misma, la que sueña recorre los senderos. Observar. Girarse para ver mejor, más dentro».
El campo léxico del adentro y el afuera, constante en los paisajes y en los movimientos y pliegues que sugieren los verbos que conducen la acción (¿de una película?), reaparece como fantasma mimético del campo del ego y el ello, como la transcripción del diálogo interrumpido con un otro que es propio («en la extrañeza de saberme sola estás tú aquí») pero que aspira a tener una voz ajena y hermana («Tan cerca de la muerte, / sin embargo, / suave tu voz en el humo, / te soñé.») La ausencia de adjetivos, la presencia de elementos hasta ciertos punto cercanos (no el unicornio, claro, sí lo demás) nos revelan un territorio donde el sujeto sería mónada aunque quisiera marchar en grupo y manifestarse.
En el fondo, desde que estamos arrojados a la pregunta sobre el autoconocimiento, después de aquella visita de Sócrates a la sacerdotisa de Apolo, vagamos en las brumas espectrales de nuestro propio yo -tanto más espectrales cuanto más dudamos de la existencia de todo lo externo. En este punto, en el lenguaje de Ana Gorría no hay trampa ni blancas sábanas vacías, ni agotamiento, ni deshumanización (si aún hay algo así como lo humano), sí la soledad de quien se sabe robinsón no autosuficiente, de quien puede ser pedazo de dios o sus restos pero conoce al tiempo su ira sin respuesta, la existencia de un ojo-otro para quien tiene sentido, de quien se sabe soñado.
En este escenario, la poética de la supervivencia evoca un thriller de cine negro, de neo-noir, por donde pasan, como objetos-testigo, transformándose a veces en objetos-conciencia, el cristal y el muro, la tierra y la cal, la ciudad, el humo, el claroscuro o la luz o la noche en sombras, la música, la fuga.
Los textos de este libro dejan la impresión en el ojo que lee de un letrero luminoso, quizá las luces de neón que evocan una película de culto, B.R., un letrero que relampaguea un instante y se deja sumergir en la oscuridad para prolongarse después solo en la retina (en la retina de quién), que quiere engañarse pensando que es de día. Pero es de noche.
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2 comentarios
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