Si esto es ser intelectual, que paren el turbo-carro de la intelectualidad (sic), porque nos queremos bajar. Aunque es cierto que muchos de los firmantes del manifiesto de El País ahora se estarán mordiendo los carrillos —una vez visto el tenebroso tentáculo que nació de sus deseos—, la responsabilidad de los agentes culturales a la hora de legitimar el golpe de estado que el propio estado ha dado dentro de Cataluña no puede ser ignorada.
Volvamos a empezar: tres buques de la Guardia Civil están atracados frente a la costa barcelonesa mientras los hombres que llegaron en sus vientres arrasan simbólica o no tan simbólicamente la ciudad (si esto no es un guiño a los strandhögg vikingos, yo no sé qué es); catorce personas elegidas por los ciudadanos y vinculadas a un proceso democrático están encarceladas, un montón de intelectuales que se califican a sí mismos como «de izquierdas» han firmado un manifiesto oponiéndose al referéndum, Hacienda ha bloqueado todas las cuentas de la Generalitat y las calles de Cataluña están a punto de arder.
El mundo se está guardiacivilizando, ¿quién lo desguardiacivilizará?
Por suerte, el carnet de intelectual no vale tanto como los propios intelectuales creen. Quizás por ello, para desmentir ese supuesto apoyo unívoco del mundillo cultural a la represión españolista, es importante que hoy todas dejemos de taparnos la nariz, porque mientras nosotras nos tapamos la nariz, el gobierno del PP nos castiga el hígado.
Barcelona siempre va a la cabeza de todas las modas en este triste país que es el nuestro —ya sucedió con el ramen, el trap y las camisas viejas—, por lo que es de esperar que estos ramalazos falangistas que le dan de vez en cuando a Rajoy y sus colegas (¡casualidad!) en Cataluña acaben por llegar a todo el territorio peninsular, y cada vez con más frecuencia.
Hoy la cuestión ya no es si el Govern de la Generalitat tiene motivos más o menos oscuros para buscar la independencia de Cataluña, hoy la cuestión es tristemente mucho más fundamental, y los supuestos intelectuales no deben ponerse de perfil, porque se les verá la barriga (y no hablemos ya de aquellos escritores que querían sacar los tanques a las calles de Barcelona).
Ayer, muchas personas que no estaban vinculadas ni política ni emocionalmente al referéndum tuvieron que tomar una decisión. Avui (i sempre) tothom amb Catalunya.
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1 comentario
¡Qué difícil es posicionarse!, y qué difícil es posicionarse cuando ninguna de las posiciones te agradan totalmente. Cuando ninguna se acomoda a tu pensamiento concreto. Ante esto, sólo cabe una ley universal: libertad.
Libertad de pensamiento de y opinión, libertad de decisión.
Pero al vivir en una sociedad en la que existen reglas, leyes y otros encarcelamientos, sólo cabe una norma cívica: cumplirlas.
Cumplirlas o no, esa será tu decisión.
Las leyes, si no gustan, o no cumplen con el objetivo por el que fueron aprobadas, hay que cambiarlas. Para ello, hay varias maneras de hacerlo, o de provocar que lo hagan.
Eso sí, en mi barrio no podemos esperar a que aprobemos la norma de conducir por la izquierda y que no nos multen o nos detengan. Sí, sé que esto es algo más complejo que un barrio… y que una norma. De ahí la dificultad de posicionarse. Pero habrá que encontrar otra vía antes que la imposición (en este caso, por las dos partes. Salvo las formas, una por la fuerza y la otra por cojones).
Yo lo tengo claro, primero la lucha y luego la implantación… o al revés.
¡Qué difícil es posicionarse!