Fotografía de Federico Romero Galán
Andrea Aguirre (Buenos Aires, 1980) es Licenciada en Pedagogía y en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad Complutense de Madrid, y Máster en Programas de Intervención Psicológica en Centros Educativos. Es autora de los poemarios El ciclo lunar de los paréntesis (Ártese quien pueda, 2012), La infancia suicida de Verónica Qué (Ártese quien pueda, 2013), El mapa de la existencia (Tigres de papel, 2015) y Mujer frente al caos (La Penúltima, 2017). Actualmente es editora en Ártese quien pueda.
Vos naciste en Buenos Aires en 1980, y un año después emigraste a Madrid junto a tu familia para escapar de la dictadura militar. ¿Cómo fue para vos crecer lejos de Argentina? ¿De qué manera percibís ahora tu país de origen después de tantos años de residencia en España?
Siempre me he sentido mitad argentina y mitad española, porque en casa mis padres se ocuparon de transmitirnos amor y respeto por nuestros orígenes diversos y por las mezclas étnicas y culturales. No se trata de patriotismo, ni de fronteras, sino todo lo contrario; se trata de recordar de dónde vengo y tener presente a la familia y a las amistades que viven a kilómetros de distancia, pero que son tan importantes para nuestra identidad como las que vemos y abrazamos en el día a día.
En uno de los poemas de Mujer frente al caos (La Penúltima, 2017) aludís a las experiencias de tus padres durante la dictadura y planteás una frase contundente que quizá pueda leerse como un homenaje a los hijos de desaparecidos: «Yo podría no haber sido hija de mis padres». ¿Cabe hacer esta lectura en ese pasaje? ¿Cómo sentís desde la distancia toda la labor que vienen haciendo las Abuelas de plaza de Mayo? ¿Sentís que en España hay consciencia de la importancia de esta búsqueda?
Cabe hacer todas las lecturas que se quieran. Me gusta pensar que la poesía existe para que cada persona haga su lectura personal de cada poema y pueda extraer algo bello, sorprendente o conmovedor. Pero es cierto que ese poema fue escrito reflexionando precisamente sobre los hijos que crecieron en las familias de sus propios secuestradores sin saberlo, y también sobre los que no pudieron llegar a nacer. Podría haberme ocurrido a mí, ya que mis padres eran militantes de izquierdas y muchos de sus amigos desaparecieron. Es una herida todavía abierta y las ausencias generan un desasosiego que no se calma si no se cierra de algún modo el círculo. La labor de las Abuelas, esa búsqueda incesante de los nietos que les fueron arrebatados, es imprescindible para pasar página y a la vez recordar lo que ocurrió. Es importante recordar. Sin la memoria seríamos como carcasas vacías. La memoria es identidad. En España también se ha vivido una dictadura atroz, y también hay muchas personas trabajando duro en la búsqueda de sus desaparecidos, desenterrando fosas comunes y luchando por el cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica. Todos deberíamos ser más conscientes de la trascendencia de estas luchas para la construcción y la reconstrucción de una sociedad más justa y solidaria.
Mujer frente al caos es un poemario que en bastantes pasajes trata temas de mucha dureza, pero lo hace con una armonía en el lenguaje realmente extraordinaria. Hay muchísima suavidad en los versos a la hora de expresar problemáticas rotundas como el propio cuerpo, el maltrato, la angustia o la melancolía. ¿De dónde te nace un tratamiento tan hermoso del lenguaje en la poetización de pesares y preocupaciones de tanta intensidad? ¿Cabe entender como un rasgo definitorio de tu literatura esta conjunción de sensaciones, la armonización tan perfecta entre unas temáticas tan duras y un lenguaje de pinceladas tan hábiles?
La verdad es que no sé muy bien de dónde viene mi forma de escribir poesía ni cuáles son sus rasgos definitorios. Esto seguramente lo analizarán mejor los demás que yo misma. Quizá tenga que ver con mi manera de afrontar la vida intentando buscar siempre esa armonía entre el orden y el caos, entre el dolor de la herida y la alegría del encuentro, entre la dureza de los hechos traumáticos y la ternura de los abrazos. Intento plasmar esa búsqueda vital de armonía y de belleza en las palabras, porque es lo que siempre he sentido necesario para sobrevivir. La poesía que escribo no es que la me salva, es el testimonio de esa salvación personal.
A lo largo del poemario vas intercalando algunas definiciones que propone el diccionario sobre términos clave de tu poesía: madre, mujer, ausencia, vacío, amor, trauma, etc. ¿Se multiplica el alcance de un poema en contraste con estas definiciones a priori asépticas? ¿Puede haber poesía en un diccionario cuando define el silencio como «Falta u omisión de algo por escrito»? Y, en otra instancia, ¿definiciones que etiquetan a la mujer en términos de tener «las cualidades consideradas femeninas por excelencia» puede ser que hoy chirríen, que nos inviten al debate?
Ya hemos aprendido que el arte no está en el objeto, sino en la mirada. Algo parecido ocurre con la poesía, pero con la particularidad de utilizar una materia prima intangible y originada en su totalidad por la mente humana. Por eso me interesa la reflexión sobre esa materia que es el lenguaje, tanto el común como el poético, ya que el contraste entre ambos, en mi opinión, genera tanto la multiplicidad de significados como la consciencia de la ambigüedad de estos. Utilizamos el lenguaje para dar un sentido a las cosas, para ordenar y definir la realidad, y en esa tarea ardua olvidamos que el caos forma parte de la existencia y es inevitable, y por ello las palabras son volubles y ninguna definición es totalmente aséptica. Hay definiciones que pueden ser poesía en sí mismas si las leemos en clave poética, y hay definiciones que nos chirrían y nos invitan a la reflexión sobre la realidad y sus contradicciones. El juego poético está en la mirada, y la escritura es la consumación de ese juego en el que damos forma a las percepciones y a la actividad mental que surgen en consecuencia.
¿Hay todavía una asociación extendida entre los conceptos del amor y la posesión, la pertenencia? ¿Cabría esforzarnos más para trabajar en su disociación?
Lamentablemente, sigue existiendo esa asociación. Y parece que en los últimos años se está extendiendo una idea de amor romántico en el peor de los sentidos, sobre todo entre las nuevas generaciones. Muchos adolescentes creen que los celos son una prueba de amor o que los cuerpos y las mentes de sus parejas son posesiones manipulables. La sociedad al completo tiene la responsabilidad de transformar esto. La educación es fundamental, es la base, pero también lo es todo lo demás: los medios de comunicación, las leyes, la política, las instituciones… Todo influye en la concepción de un ideal de amor más sano y respetuoso. Es una tarea tan individual como colectiva.
Los poemas de Mujer frente al caos parecen proponerse como un recorrido a lo largo de cuatro fases donde ideas como el caos, el vacío o la mujer se proponen como elementos de cohesión. Junto a ellas, otra de las que predomina y da sentido al conjunto podría ser la ausencia. En partes como ‘El cuerpo vacío’ parece ser la de alguien que nunca llegará, mientras que en partes como ‘Prueba de vida’ puede ser la de alguien que ya no está. Estas proyecciones de la melancolía hacia atrás y hacia delante, ¿fueron elecciones conscientes en la composición del poemario? ¿Cabría interpretarlas como una forma de saudade?
Intento trabajar mucho las composiciones de los poemarios, que marquen recorridos o tengan un orden que aporte sentido al conjunto. En este caso, es cierto que el caos, la mujer y las ausencias, así como la reflexión sobre el lenguaje y las contradicciones vitales, son hilos conductores. Las proyecciones hacia atrás y hacia adelante marcan un camino de transformación entre lo que genera dolor y lo que genera esperanza. Hay una búsqueda consciente de reconciliación entre el dolor y las heridas abiertas y lo bello y bueno que nos aporta la vida. La mirada nostálgica es inevitable, porque se asume de principio a final la ausencia de lo se fue y de lo que nunca vendrá, pero en “Prueba de vida” hay también un intento de existir en el ahora, de toma de conciencia de lo que está presente y de dar valor a la propia vida a través de experiencias interiores y del encuentro con el otro. Se trata de dejar de ser víctima de los traumas experimentados y comenzar a ser superviviente, y esto solo se puede conseguir afrontando el pasado y mirando hacia el futuro percibiendo la luminosidad de lo que nos rodea.
Frente a propuestas narrativas donde la propia voz puede quedar disimulada detrás de un personaje o una trama ficcionales, en la poesía parece mostrarse de forma mucho más traslúcida, deja quizá la propia sensibilidad más expuesta. ¿Tenés esta sensación cuando das a conocer tus poemas? ¿De qué maneras percibís y manejás la visibilización que acompaña a un poemario tan intenso como Mujer frente al caos?
En realidad, en el poema también existe un acto ficcional que se materializa en un yo lírico, pero es cierto que se acostumbra a leer la poesía como un acto confesional, aunque no tiene por qué serlo. Y, sin embargo, tanto en la narrativa como en la poesía es innegable que el autor, en cierto modo, se desnuda ante el lector, con o sin máscara. Una parte del oficio de escribir es enfrentarse a ese miedo a mostrarse, porque la autenticidad de lo que se escribe depende de ello. Cuando escribo, intento no pensar en lo que muestro de mí en los poemas y en lo que percibirán o pensarán los demás cuando los lean, porque si lo hiciera, probablemente no escribiría nada. Lo mismo ocurre cuando llega la hora de publicar y leer en recitales: intento concentrarme en el poema, en el lenguaje y en la experiencia poética y dejar a un lado el miedo a las miradas y a los juicios ajenos, a pesar de que es muy difícil lograrlo. Con Mujer frente al caos no he tenido todavía experiencias negativas a este respecto, he sido muy afortunada, aunque sí ha habido quien se ha incomodado un poco por las temáticas del poemario.
Al mismo tiempo, parte de tu labor editorial pasa por recibir y evaluar la poesía de otras personas. Siendo poeta vos misma, ¿cómo afrontás la problemática de trabajar con sentimientos tan arraigados en otras y otros poetas? ¿Qué dificultades entraña la edición de poesía en este sentido?
Para evaluar la poesía que nos llega como propuesta para edición, intento centrarme en la calidad de la escritura, en la fuerza de la poética y en lo que puede aportar un poemario con su publicación. Hay que ponerse en lugar de los lectores potenciales y dejar a un lado el rol de poeta. Es una tarea muy compleja y es muy difícil desprenderse de los propios prejuicios y preferencias personales a la hora de decidir. La parte positiva es que, salvo un par de excepciones, las editoriales de poesía no suelen buscar un objetivo comercial con sus publicaciones. Es importante vender libros, por supuesto, porque, si no, no se sostendría ningún proyecto editorial, pero creo que siempre prima la meta de ofrecer a los lectores algo que merezca la pena leer.
¿Es complicado visibilizar a las nuevas voces poéticas en el campo editorial contemporáneo? ¿Cómo ves actualmente el espacio editorial español?
Es complicado visibilizar a las voces poéticas en general, no solo a las nuevas. Y si añadimos el racismo, la xenofobia, el machismo y demás actitudes prejuiciosas que aún predominan en el mundo literario, y en la sociedad, en general, se complica todavía más. Además, por desgracia, la poesía sigue siendo un género minoritario y creo que es una cuestión social y educativa. No nos enseñan a leer poesía, no se nos transmite el amor por el lenguaje, no se nos educa para valorar las cosas que no tengan un fin utilitarista o para realizar actividades que exijan un esfuerzo intelectual que no nos aporte nada más que satisfacción personal. Vivimos en una sociedad cada vez más mercantilista, por lo que editar poesía se convierte en una labor a contracorriente. Muchas buenas editoriales sobreviven a duras penas. Las redes sociales ayudan algo, pero no es suficiente. Las secciones de poesía de las librerías son cada vez más pequeñas y la distribución es muy difícil a pequeña escala.
¿Por dónde pasan tus próximos proyectos literarios? ¿Qué desafíos te plantea 2018 como editora y como poeta?
Continuaré realizando algunas lecturas de Mujer frente al caos y, a la vez, seguiré trabajando en nuevos proyectos de escritura, la mayoría poéticos. Respecto a la edición, en Ártese quien pueda tenemos varios proyectos en proceso que verán la luz a lo largo del año. Iremos anunciando las nuevas publicaciones en las redes sociales. También queremos seguir promocionando los libros que se han ido publicado anteriormente, ya que creemos que es importante no limitar la vida de un libro de poesía a uno o dos años, como sucede con tanta frecuencia. Este es uno de los propósitos que nos hemos marcado, aunque sabemos que no es un objetivo fácil. Deberíamos apartarnos un poco del concepto de novedad editorial y recordar que la poesía tendría que sobrevivir a cualquier moda y estar disponible siempre para los lectores que quieran acercarse a ella.
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