Almudena Sánchez (Palma de Mallorca, 1985) es periodista y autora del libro de relatos La acústica de los iglús (Caballo de Troya, 2016). Actualmente está trabajando en su segundo proyecto literario.
Eres periodista y debutaste hace unos meses en el ámbito literario con La acústica de los iglús, un libro de relatos repleto de imaginación. ¿Cómo se produjo ese salto del periodismo a la ficción?
Siempre he deseado ser escritora (aunque estudié la carrera de periodismo, cosas que pasan). Ahora que hablamos de esto, recuerdo una frase de un relato de Lucia Berlin que dice: “Me matriculé en Periodismo porque quería ser escritora, pero el periodismo consiste precisamente en cortar cuando se pone interesante”. Bueno, yo sentía algo parecido. Lo que me emociona es la ficción. Con el paso del tiempo, los deseos se materializan. Y un día conseguí, con mucho empeño, ponerme a escribir. Cada noche, durante varios años. Así nacieron los iglús.
Una de las ideas que predominan en los relatos de La acústica de los iglús es la del escape: escape a un zoo con la señora Smaig, escape a recolectar escombros en un asteroide, escape al silencio del fondo de una piscina, escape a los confines del universo en un teleférico sideral. ¿Se aclara nuestra perspectiva del mundo cuando lo observamos desde la distancia de este escapismo?
Me gusta tu enfoque. Tienes razón: mis personajes se mueven mucho. Intentan esquivar “una angustia vital” que los persigue. Hay una realidad incómoda que está ahí: enfermedad, desamor, crisis, pérdida, desconsuelo, abandono y basura, mucha basura. En serio: ¿cómo podemos vivir rodeados de tanta basura? Cuando estaba escribiendo La acústica de los iglús pensé en la fealdad del mundo pero también en su belleza. Y en cómo (mis personajes) podían encontrarla: a través de una huida interior, onírica, indefinible, en la que coexistieran sueños, escalofríos y locura acústica.
Esta forma de distanciamiento ¿nos ayuda también a conocernos mejor a nosotros mismos?
Pienso que sí. Quizá suene un poco zen, pero siempre he tratado de escucharme por dentro. La soledad tiene esa parte buena: nos permite oír voces, ¿no?
Inventas historias a partir de un elefante, de un bombón relleno de licor, de un boomerang, de un esqueleto en el laboratorio de una escuela. ¿Almudena Sánchez sueña mucho despierta?
Soy una mujer hipnotizada por la rareza del mundo. Me gustan los elementos discordantes. Eso lo aprendí leyendo a Felisberto Hernández. Un elefante para hablar de la enfermedad, un bombón para ilustrar un despido, un boomerang que anuncia un futuro incierto. Hay bastante magia en el desorden y la extravagancia.
Tienes facilidad para desdibujar las fronteras entre literatura y filosofía, aunque algunos de tus personajes se lamenten luego de la aparente ‘inutilidad’ de estas disciplinas. ¿Son realmente inútiles para ellos? ¿Cuáles serían los argumentos del pensamiento artístico y el filosófico para reivindicar su importancia en nuestro mundo contemporáneo?
La inutilidad me interesa porque hay una lucha (externa, sobre todo) contra ella. Parece que lo inútil no tenga sentido. Y sin embargo, casi todo —el buen— arte es inútil. Surge del aburrimiento, de la inadaptación a un planeta absurdo. Eso me hizo pensar. A partir de entonces, me animé a reivindicar la inutilidad (su lado artístico). La literatura y la filosofía me fascinan. Lo que hace María Zambrano, su idea de mezclar poesía y filosofía, me encanta. Claros del bosque es genial.
En varias ocasiones estableces paralelismos entre el amar y el conocer. ¿El amor es una forma de conocimiento?
El amor nos define. Hasta dónde eres capaz de amar y hasta dónde no (y con esto me refiero a todas las formas de amor). Qué espacio de libertad dejas. Los intereses sexuales. Cómo fluyen tus sentimientos. Cuál es nuestro nivel de generosidad respecto al otr@. El amor implica desvivirse. Y en ese desbordamiento de vida, te asustas y te ves. El espejo son los otros.
Has mencionado tu admiración por Clarice Lispector, Anton Chéjov, Felisberto Hernández, Vladimir Nabokov, los hermanos Grimm. ¿En los mundos de qué otros autores te gustaría perderte?
En el mundo de Marina Tsvetáieva, de Djuna Barnes, de Marguerite Duras, de Joan Didion, de Annie Ernaux, de Eloy Tizón, de Christian Bobin, de Sara Mesa. Y en el mundo de directores de cine como David Lynch, Terrence Malick o Peter Strickland. Y en el mundo de la artista Carmen Calvo.
Desarrollas tu literatura desde influencias españolas, europeas, latinoamericanas y norteamericanas, y los relatos de La acústica de los iglús se sitúan en gran medida liberados del contexto de un entorno sociopolítico específico. ¿Tu literatura presenta buenas bases para traspasar fronteras?
Bueno, ojalá. Hay una traductora interesada en publicar algunos relatos de la La acústica de los iglús en revistas norteamericanas, pero todavía es algo que está en proceso. Mis relatos hablan sobre la decadencia, la pérdida, la adolescencia, el desamor, las pasiones inútiles, la acumulación de basura mundial. Son temas universales —y tocan algunos aspectos sociales, sí.
Ahora que Almudena Sánchez comienza a posicionarse en el campo literario contemporáneo, ¿cómo definirías tu diálogo con tus compañeros de generación?
Admiro y leo a Sara Herrera Peralta, Berta García Faet, Elena Medel, Guillermo Aguirre, Isabel González, Florencia del Campo, María Folguera, Carlos Ortega Vilas, Rubén Martín Giráldez, María Cabrera, Juan Gómez Bárcena, Gabriela Ybarra… Tod@s tienen talento. No creo que seamos una “generación perdida” ni esas cosas que dicen.
Publicaste La acústica de los iglús en Caballo de Troya, un sello que combina la atención al detalle de una editorial independiente con la estructura y la fuerza inmensa de Random House. ¿Qué tal resulta trabajar desde esta hibridez, y qué consejo les darías a los nuevos talentos que se incorporarán al sello en este año, como Constanza Ternicier?
Mi experiencia ha sido buenísima. La verdad: animo a aquell@s escritor@s que tengan una primera o segunda obra a presentarla a Caballo de Troya. Mi etapa la he vivido con Alberto Olmos, que ha sido un excelente editor, lector, psicólogo, corrector, padre literario, etc. Siempre se lo agradeceré. He publicado La acústica de los iglús con ganas, sabiendo que el sello lo merece. Y he recibido un trato estupendo por parte de todo el equipo. Ah, y publican a muchas mujeres, tengo que decirlo. A Constanza Ternicier no la conozco, pero le recomiendo que disfrute del momento. Es emocionante. Me encantaría volver a vivirlo. Y le deseo lo mejor.
¿Tu siguiente proyecto literario seguirá la estructura del relato? ¿Te planteas ahora mismo adentrarte en la novela, el ensayo?
Me atrae mucho la novela. Pero no sé lo que saldrá. Acabo de empezar a escribir otra vez.
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